
Dolly Van Doll, nombre artístico de Carla Follis (Turín, Italia, 1938), una de las más importantes estrellas trans europeas de las décadas de los 60, 70 y 80, publicó en 2007 De niño a mujer. Biografía de Dolly Van Doll. Se trata de un libro curioso desde múltiples puntos de vista, empezando por su autoría misma, pues se atribuye a “Pilar Matos” / “Pilar Díaz”, conocida locutora de radio. Matos firma un breve “Prefacio” (9-11) en donde justifica la génesis del texto, fruto de la admiración profesional que profesaba a Van Doll, a quien conoció, antes de retirarse, como gran figura de los escenarios barceloneses a partir de los años 70 y, finalmente, culminada la redacción de su obra, resultado del más estrecho conocimiento de “la personalidad interior de una mujer sencilla, generosa, tierna y dispuesta a ayudar a los más desfavorecidos, como hace con frecuencia con los niños pobres y sin recursos del Nepal, a los que visita con bastante frecuencia” (9); en definitiva, Carla Follis sería “un ser humano tan excepcional como lo fue en su época de gran estrella del music hall” (10).
Otra de las curiosidades de esta obra está relacionada con el género literario al que pertenece: según su subtítulo sería una “biografía”, condición sugerida por la presencia de una autora diferente a la biografiada, modalidad literaria que suele emplear un narrador y un punto de vista en tercera persona. Sin embargo, nuestra sorpresa será grande cuando advirtamos que el recuento vital que vamos a leer emplea la primera persona del singular (la palabra inicial es “Nací”, 13), pues, como anticipaba el “Prefacio”, se trata de la transcripción de una serie de entrevistas grabadas para que vean la luz una vez refundidas convenientemente, ya que habría sido la propia Carla / Dolly, quien “me animó a proponerle escribir su biografía: eso sí, una biografía real, abierta de par en par” (10).
Matos se describe como “escritora” material (11) de la autobiografía que le dicta Carla / Dolly (la “contadora”, 11); pero probablemente sea algo más, sobre todo si aceptamos que, en su reflexión sobre el proceso de escritura, define el género de la “biografía real” como un recuento cuya “esencia” no puede adulterarse (pero sí reordenarse) y cuya forma no puede ser embellecida. Mediante escriba interpuesto, que ejerce como un notario que otorga credibilidad profesional al relato autobiográfico que sigue, Carla / Dolly estaría reforzando la verdad de todo cuanto va a narrarnos, incluso de aquellas páginas (familiares y sexuales) que puedan parecernos más inverosímiles. Por otra parte, además, al sugerirnos que Carla / Dolly no domina como una nativa la lengua española, Matos se convierte no sólo en “escritora” de la “contadora” sino en traductora / refundidora que acredita que el texto escrito del que, al fin y al cabo, es “autora” no sufre, como tampoco el testimonio oral del que parte, “ningún toque de amaneramiento autobiográfico” (11).
No obstante, el “amaneramiento” estilístico rechazado por Matos parece salir por las costuras del relato en cuanto la autora tiene ocasión, pues no de otra manera puede entenderse el título del volumen, que remite a “De niña a mujer”, una de las canciones más populares de Julio Iglesias. De niño a mujer, por consiguiente, elimina buena parte de su carga transgresora al construirse como una muestra insólita de paratexto intertextual rosa. Parece intuirse como si Carla / Dolly quisiera eliminar a la altura de 2006 su particular y pública revolución sexual —al fin y al cabo, ella fue, a la altura de 1965, una de las primeras transexuales operadas en Casablanca, la ciudad marroquí que se acabaría convirtiendo en sinónimo de “operación quirúrgica de cambio de sexo” por ser destino de tantas transexuales europeas de las décadas posteriores—. Y eliminarla en beneficio de la auto-percepción y la auto-justificación desde el presente más inmediato, que es el de sus 70 años:
Hoy día soy Carla. Carla para mi familia y para mis amigos. Fue Carla la que creó a Dolly Van Doll. Fue Carla la que sufrió las inclemencias de una guerra, las vicisitudes de una luchadora que se propuso triunfar como artista, la que hizo de Pygmalion con la estrella del music hall y la que fue capaz de amar profundamente hasta saber renunciar sin odios ni rencores a un amor que se convirtió en eso tan preciado llamado AMISTAD. […] ¿Proyectos?… ¡Siempre! Alguno ya se ha cumplido, como es esta biografía. Más que biografía es una radiografía clara y auténtica en la que ninguna sombra enturbia la verdad de una persona sincera, luchadora y auténtica que, en cierta ocasión, decidió contra viento y marea cambiar de NIÑO A MUJER. (94)
El título avanzaría el final de la biografía, por consiguiente, pero, a mi juicio, también el “amaneramiento” ideológico de la narración, que va a centrarse en la familia y en la niñez (1938-1948) de Carlo / Carla Angela Follis, entre Italia y Suiza, a lo largo de ocho de las diecisiete secciones en que se divide esta “biografía real”. El recuento biográfico hasta los diez años de edad estaría dividido en las siguientes secciones: (1) “Retrato familiar” (13-16); (2) “Mi nacimiento” (17-19); (3) “Hacia el sur y regreso” (21-24); (4) “Campanario y colegio” (25-27); (5) “Castañas crudas y la escapada” (29-32); (6) “A Suiza” (33-34); (7) “Otra casa, otra familia” (35-37), y (8) “A Génova” (39-43). Estas ocho secciones cumplen el propósito de captar no sólo la atención sobre una vida cuajada de miserias, sinsabores y desgracias de toda suerte (personales e históricas, pues coincide con la Segunda Guerra Mundial y la inmediata posguerra), sino sobre todo su benevolencia tras el cambio físico que se registrará y que se operará, en un doble sentido, a lo largo de las páginas siguientes, las nueve secciones que recogen el resto de su vida (entiéndase entre 1949 y 2006: la primera edición del texto se fecha en enero de 2007).
Será a partir de la novena sección, una vez anulada toda animadversión hacia la voz narrativa, que ésta nos confirme su identidad interior, “la imagen y el deseo de lo que yo anhelaba desde que tuve uso de razón: ser una mujer” (47), pero, por si hubiera cabido suspicacia alguna, líneas antes se nos ha anticipado que a la altura de sus diecisiete años “nunca había tenido relación física con nadie. Yo era un chico y no iba de loca por la vida, pero inevitablemente mi aspecto era sensiblemente femenino, ya que no tenía vello en la cara ni en el cuerpo, y la voz de mujer que siempre he tenido me ha causado muchos problemas a causa de las burlas que he sufrido” (46). Como puede constatarse, la sencillez estilística es notable, según fuera anticipado en el “Prefacio”, pero esta sencillez busca la aceptación pública. El joven Carlo no era una “loca”, no era promiscuo, a pesar de su belleza: era una “chico” trabajador, aunque “sensiblemente femenino”, que había sufrido toda suerte de “problemas” y de “burlas”.
Por supuesto, no estoy juzgando a la persona, que merece todo mi respeto y por la que puedo llegar a sentir admiración como consecuencia de la valentía y del arrojo practicados durante una época tan oscura de la rutilante historia europea de la transexualidad, tal como muestra la segunda mitad de esta biografía. De lo que trato, en definitiva, es de subrayar los mecanismos discursivos que sirven para tejer la identidad y el auto-reconocimiento del personaje. Porque este deseo íntimo de “ser una mujer” (46) distinguirá a Carla de muchos de sus compañeros de trabajo profesional, como intérprete y como futura empresaria de la sala Belle Époque en Barcelona: “Yo no conocía el mundo gay, y la verdad es que no me interesaba. Ni había visto nunca un travestí, ni sabía que eso existiera… ¿Existía en 1957?” (47). Por supuesto que los travestis existían en 1957, como ella misma constatará ese mismo año y comentará detalladamente en las siguientes secciones. La que podríamos calificar de segunda mitad de esta biografía estaría compuesta por las secciones siguientes: (9) “Cambio de empleo” (45-49); (10) “París… Hamburgo… Berlín” (51-54): (11) “Otra vez París” (55-63); (12) “La operación” (65-69); (13) “El post-operatorio” (71-74); (14) “Ya soy mujer” (75-77); (15) “España” (79-82); (16) “Belle Époque” (83-87), y (17) “La gran confesión” (89-94).
De niño a mujer merece ser leída, incluso entre quienes no estén interesados en los renombrados escenarios europeos (alemanes, franceses, españoles,…) que en las décadas de los 50, 60 y 70 empezaron a explotar un filón gay / travesti / transexual de considerable éxito, porque, además de esbozar los contornos de estos espacios de sociabilidad sexual en el margen, de los cuales y de cuyos protagonistas no guardamos demasiados testimonios en primera persona, ofrece una “radiografía clara y auténtica” de lo que significaba una operación de cambio de sexo (de hombre a mujer) en aquellos años, empezando por el propio cuerpo de la persona intervenida. En el caso que aquí se recoge, con dolor pero con éxito, pues muchas otras quedaron en el camino… Carla Follis, en este sentido, no presenta reparos en describir los resultados, aunque solo redunde en un esencialismo quirúrgico, el que le permite “ser mujer” y disfrutar a partir de ese momento de una sexualidad femenina que para decir su nombre debe ser también física:
Yo, aunque nací con una naturaleza masculina muy pobre porque tuve unos testículos como guisantes y un pene diminuto, he tenido y tengo próstata. Esto quiere decir que, con la vagina artificial que se hace y el perfecto funcionamiento de la próstata, he tenido siempre un resultado sexual perfecto; y, al decir perfecto, quiero decir que he gozado del orgasmo como pueda decirlo cualquier mujer o cualquier hombre. La mujer no goza a través de la vagina, sino del clítoris. En mi caso se obtiene una gran estimulación a través de los labios que se hacen con la piel del escroto, pequeña parte que queda en el interior y que podríamos llamar clítoris, que con la reacción natural de la próstata se logra alcanzar el éxtasis de la manera más placentera. (69)
De niño a mujer constituye un ejemplo muy original de revisión vital en la que la persona transexual niega y acata la Naturaleza para acabar acomodándose sin discusión y con satisfacción íntima a un discurso naturalizador heteronormativo, comprensible entre algunos de sus destinatarios más directos, aquellos antiguos admiradores que no se quieren contemplar en las aguas turbulentas del pasado sino en un modelo de superación personal espiritual, a pesar de sus, pretendidamente naturales, contradicciones:
Mi naturaleza ha sido un error absoluto. Yo he nacido con piel de mujer, con formas de mujer, con espíritu de mujer y con ademanes de mujer. No he sido nunca un hombre absoluto: es decir, con los atributos de un hombre en cuanto a genitales, o pelo, o músculos. Un hombre homosexual, no. Yo creo que he nacido mujer con ese pequeño error de complemento: con unos atributos masculinos pequeños y equivocados que resultaban un contrasentido en mi forma de ser y de amar. (69)
Rafael M. MÉRIDA JIMÉNEZ
Fuentes primarias
MATOS, Pilar (2007), De niño a mujer. Biografía de Dolly Van Doll, Córdoba: Arco Press.
Bibliografía
CAROL, Màrius (2009), Las plumas del marabú, Madrid: La esfera de los libros, pp. 205-212.
MÉRIDA JIMÉNEZ, Rafael M. (2016), Transbarcelonas. Cultura, género y sexualidad en la España del siglo XX, Barcelona: Bellaterra, pp. 61-116.
PIERROT (2006), Memorias trans. Transexuales – travestis – transformistas, Barcelona: Morales i Torres, pp. 99-108.
Cómo citar este trabajo
MÉRIDA JIMÉNEZ, Rafael M. (2024), “Dolly Van Doll “, en Catálogo de memorias disidentes, MASDIME – Memorias de las masculinidades en España e Hispanoamérica, Universitat de Lleida, fecha de consulta.