
Farah (Santa Cruz de Tenerife, 1966) pertenece a ese grupo de personas que han hecho de su existencia y de sus posiciones político-culturales un ejercicio de agitación pública ya sea desde sus colaboraciones periodísticas, su trabajo teatral y literario, ya sea desde los nuevos escenarios que plantean las redes sociales. Lo biográfico atraviesa gran parte de esa producción: algunas veces desde la imaginación narrativa (Farah y los clones [2012] con el nombre Jesús Azcona Cubas); otras entreverada con la divulgación y comentario en su blog (Farahylosclones), iniciado en el año 2007 y activo actualmente; otras en su labor como articulista en las recopilaciones Encajes (2006) y Marfea (2007); o como parte del archivo de memoria histórica de las disidencias sexogenéricas en Canarias en Teoría Marica. Homenaje a Paco Vidarte (2011), Vidas cruzadas (2022) o Las locas en el archivo (2023). Además, también ha compaginado esta labor de escritura con su faceta de acuarelista y autora de collages.
Nacida en una familia trabajadora de un barrio obrero de la capital de la isla, Farah tuvo muy claro desde pequeña que no encajaba en el binarismo de género:
Yo era la más chica de la casa y siempre me sentí así, desde que tengo recuerdos. Ya con 2 o 3 años ya me ponía trajes porque mi madrina cosía para la comparsa Los Sudamericanos y yo iba a los ensayos e, incluso, en el año 69 llevé la bandera en Carnaval con mi traje de comparsera que me había hecho ella. Yo me identifiqué como algo que no encajaba, y más con las mujeres que con los hombres. Tengo recuerdos muy vívidos de esa época y no sé cómo, seguramente por la tele, mi ídolo entonces era Carmen Miranda [Brasil será su país de residencia entre 1994 y 2000], me dedicaba a ponerme cosas sobre la cabeza como ella frente al espejo y a bailar. Ya te digo, siempre me decía: “Yo quiero ser así”. Por supuesto había insultos de la familia. La frase de mi infancia era cuando alguien decía: “¡Qué bonita la niña!”, al momento mi madre: “Es un niño”. (2023: 434)
En su barrio, la vida comunitaria se articulaba a partir de la parroquia. Farah recuerda cómo la llegada de dos sacerdotes vascos vinculados con las nuevas corrientes doctrinales cercanas a la Teología de la Liberación fue su primer contacto con los movimientos asamblearios y el compromiso social. El cambio de barrio y su paso al instituto supusieron también el encuentro con la violencia transfóbica:
Lo del Instituto fue una tortura. Primero porque allí no había ningún control y tú podías fugarte cada vez que te entraba en gana. Pero a la vez porque se metían mucho con mi pluma. Me hice rebelde. Al final, empecé a provocar carnavalizándome y ya luego directamente me fugaba para los recreativos que estaban frente a la arepera y a La Rambla. Claro, empecé a frecuentar a gente mayor que yo, que entonces solo tenía 15 años, pero el tema de la diferencia de edad no tenía relevancia en aquellos momentos. Ya metida en el ambiente de La Rambla, pasé del Instituto. (2023: 441)
El abandono del instituto puso a Farah en contacto con los grupos alternativos de la ciudad, el ambiente trans y el trabajo sexual:
Pero el sitio esencial para mí fue la zona del Puente Serrador porque estuve por allí desde los 16 hasta las 26 o 27 años. Yo me sentí expulsada de La Rambla por esa clase media de “pijos y chachis” y por eso llegué a la zona del mercado, porque gente como Erika, Lulú, Doris la de Valleseco, la Vargas que conocía de Madrid tenían muchas relaciones con la gente de aquí. Ellas iban para Madrid de gira, algunas para hacer shows, otras la calle y las carteristas. Convivían dos clases, las que se buscaban la vida y las carteristas, las que “cosían”. Y cuando te metes en el rollo delincuente la gente termina huyendo de ti y del sitio. Yo me sentí sola y tuve que hacer un nuevo tipo de relaciones. Aunque hubo gente que no me dio la espalda. (2023: 449-450)
En esta etapa empieza su proceso de hormonación con 16 años en Madrid, gracias a la ayuda de amigas trans y comprando las hormonas en la farmacia:
El acceso [a las hormonas] lo tuve por otras compañeras porque cuando decidí hacer la transición, con hormonas y tal, me fui a vivir a Madrid con otras compañeras. Yo tenía dieciséis años. Ellas entendían de esas cosas porque eran mayores y tenían otro recorrido. Ellas fueron las primeras que me las pusieron. Y después las hormonas de antes, tú ibas a la farmacia y te las despachaban sin receta ninguna. Le preguntabas a alguna compañera que más o menos supiera, y ellas te iban indicando y tú ibas a cualquier sitio y te la ponían, cualquier practicante. (2022: 146)
Tras su regreso a la isla y dejar la casa familiar (“Con los vecinos sí se dieron episodios de transfobia, pero mi padre y mi madre siempre me apoyaron” [2023: 435]), vive en la zona del Puente Serrador, en la calle, con parejas. En 1989, Farah, en compañía de su amiga Erika, se matricula en un curso de teatro a partir del cual comienza a problematizar su identidad y la compulsiva obligación binarista de representarse como mujer:
En el 89 me metí con Erika en el curso de teatro de Sergio Lantigua y en esos momentos empecé a reflexionar sobre esos procesos de endohomofobia y me vi pensando en lo cansado que es ser travesti las 24 horas del día. ¿Por qué se tiene una que definir? Todo el simulacro que exigía y al que me obligaba esta feminidad artificial. Sentí hastío. Durante unos años estuve con problemas de brotes psicóticos y dejé de beber y fumar porros.
Con Erika y otras personas de la escena underground de la isla fundaron un colectivo teatral que recorrió locales y espacios alternativos con montajes que reivindicaban tanto la tradición vanguardista como las intervenciones y performances de fuerte impregnación política:
Nosotras teníamos un estilo de teatro dadaísta y eran muchas acciones, era un teatro muy político. Pues fíjate, una de estas cuestiones que se trabajó en una performance en la Ciudad Juvenil del Toscal fue en una obra en la que Erika salía vestida de momia, que la momia se transformaba en Franco, en una dictadora. La momia salía del sarcófago para convertirse en dictadora, siempre había un trasfondo político. Además, nosotros el franquismo lo teníamos en las venas, porque lo habíamos vivido antes de ayer. Y para nosotros era una herida que a mí, hasta día de hoy, no se me ha cerrado. Y luego en esa misma actuación, hicimos otro sketch, que se llamaba “Vete tú primero”, que era lo que nos decían los heteros ocultos que no querían que se supiera que andaban con nosotras. Siempre nos decían: “Vete tú primero y yo voy yendo”. Y el espectáculo lo llamamos “Vete tú primero”. Salía yo disfrazada con un tutú rosa y una barba postiza que no se veía porque tenía todo el tiempo un abanico y era un personaje como hierático que se movía poco y, de repente, cuando hubo otra acción en la escena se bajaba el abanico y se veía la barba que siempre es un tabú de lo que no se puede ver. (2022: 123)
En estos años se compromete también con los colectivos y acciones de lucha contra el sida. En una ciudad de provincias la visibilización en el apoyo a los enfermos o contraer “la enfermedad” estigmatizaba notablemente, especialmente en los primeros años de su aparición:
Fue Erika quien me metió en el comité ciudadano antisida. Conocimos a gente que llevaba la prevención desde el Colegio de Psicólogos como Miguel Barbudo o Teresa Piti. En el dispensario estaban Eduardo García Ramos y dos psicólogas, pero esto ya era nivel estado. Aquí funcionó bien lo de la sanidad pública con lo del Sida. Los primeros comités de apoyo ciudadano surgieron de las familias de los afectados (de Valleseco había una familia de fallecido, creo). A mí me daba un poco de repeluco las reuniones, porque bueno ya se sabe con las familias. Después vino Unapro en el que hubo un antes y un después, pues al principio era de familiares y afectados, pero luego se hizo un poco más elitista con dos del tipo residencial Anaga. Estas redes de apoyo fueron muy importantes. En la calle, en el mundo homosexual fue un retroceso terrible, no solo por el virus, sino por el ambiente de sospecha y acusación. Hasta las propias compañeras te echaban mierda encima. Me acuerdo la Pancha que me soltó: “Muchacha, dónde estabas, pensé que te habías muerto”. Prosperó el modelo del fortachón como signo de salud y la pluma como productora de infección descrito por Néstor Perlongher. (2023: 467-468)
Una visita a Brasil en 1994 se convierte en una larga estancia hasta el año 2000. Allí, Farah tiene la oportunidad de conocer la cultura popular y, sobre todo, se despierta en ella su pasión por la antropología, el estudio de los efectos de la violencia colonial sobre los cuerpos y los pueblos, la religiosidad híbrida con sus orígenes africanos y la música brasileira. Con este bagaje enriquecedor, vuelve a las islas e inicia estudios sobre cultura y civilización islámica y lengua árabe (ha vivido en Marruecos y mantiene muchos contactos tanto con el mundo árabe norteafricano como con países subsaharianos); también continúa con sus intereses en antropología. Durante cuatro años también colabora con el diario local La Opinión de Tenerife con artículos de opinión.
Su relación con la escritura, según recuerda en alguna ocasión, empieza desde muy niña; sin embargo, reconoce que también ha tenido un importante papel terapéutico en momentos de su vida:
Lo de la escritura fue también una historia muy particular. Yo, desde niña, inventaba cuentos. Pero, aunque en mi familia leían, yo realmente nunca busqué cosas que tuvieran que ver con mi forma de ser. Todo sucedió una noche en El Laurel. Yo estaba fatal porque las compañeras me humillaban y había una que hasta me acosaba. Por allí iba una que se dedicaba a la cartomancia que iba al fumeque, a comprar chocolate. Yo por entonces ya había comenzado a pintar los cuadritos esos que en parte eran autorretratos. Pues ella cuando me vio tan mal, me regaló allí mismo mi primer cuaderno y mi primer bolígrafo. La cartomántica se llamaba Aurora y estuvo frecuentando la zona hasta los 90. A partir de entonces la escritura fue una manera de conocerme. Ese cuaderno y los que siguieron se convirtieron en una especie de diario, pero no realista a modo de documento sino mezclando al modo fantástico de mi niñez. Ese momento fue el principio de mi relación con la escritura. Ha sido una práctica muy útil, pues tuve una crisis en 2003 y la escritura fue una tarea psicológica fundamental en el tratamiento. (Comunicación personal)
Actualmente, dedica su tiempo al activismo en redes sociales tanto en su blog como en otros soportes. Su lucha se centra esencialmente en tres campos: la denuncia de los ataques transfóbicos y las políticas de odio contra la diversidad sexogenérica que se han instalado en el escenario nacional y en otros lugares del planeta; el combate contra los estereotipos racistas, especialmente contra el mundo musulmán y minorías como el pueblo gitano; finalmente, las políticas de agresión y persecución contra las personas migrantes.
José Antonio RAMOS ARTEAGA
Fuentes primarias
AZCONA, Jesús (2011), “Curriculum Vitae, De cómo Farah abandona a su esposo para calzarse las ropas de amazona, De cómo Farah vistió las ropas negras cual Antígona, de Farah menina de rua a emperatriz de las calles, Aviones, Erika de hijo natural a lideresa Queer”, La Página, 91, pp. 238-244.
MARTÍN CURBELO, Daniasa, Carlos ALAYÓN GALINDO y Sara Beatriz TEJERA GALINDO (2022), Vidas cruzadas. Memorias de personas trans desde el franquismo hasta los noventa en Canarias, Las Palmas de Gran Canaria: Gobierno de Canarias.
RAMOS ARTEAGA, José Antonio (2023), “Criarse en Santa Cruz de Tenerife en tiempos de Franco. Educaciones sentimentales en una ciudad de provincias atlántica”, Las locas en el archivo. Disidencia sexual bajo el franquismo, dirs. Geoffroy Huard y Javier Fernández Galeano, Madrid: Marcial Pons, pp. 419-471.
Bibliografía
AZCONA, Jesús (2006), Encajes, Santa Cruz de Tenerife: Idea.
— (2007), Marfea, Santa Cruz de Tenerife: Idea.
— (2012), Farah y los clones, Santa Cruz de Tenerife: Idea.
Materiales adicionales
Blog “Farah y los clones”. Acceder
Redes de Farah Azcona Cubas: Instagram, Facebook, X (Twitter)
Cómo citar este trabajo
RAMOS ARTEAGA, José Antonio (2024), “Farah Azcona Cubas”, en Catálogo de memorias disidentes, MASDIME – Memorias de las masculinidades en España e Hispanoamérica, Universitat de Lleida, fecha de consulta.