
Escrito entre los periodistas N. N. Argañaraz y Antonio Ladra y la travesti octogenaria Gloria Meneses (Montevideo, 1905-1996), El travesti más viejo de América del Sur es un opúsculo de cuarenta y tres páginas de pequeño formato. El texto alterna diferentes voces autorales: las narraciones de los periodistas, el testimonio de Gloria en primera persona y algunos pasajes de reflexión teórica se presentan de forma imbricada e indiscernible.
El prólogo plantea una breve discusión sobre el nuevo periodismo y la memoria. Sigue un primer capítulo construido alrededor de una discusión sobre el travestismo y la identidad de género escrito desde una primera persona ambivalente, en la cual se adivina la voz de los periodistas. Los capítulos siguientes —el 2, 3 y 4— entremezclan las narraciones de Gloria en primera persona con la narración de los autores. Finalmente, se cierra con una reflexión de los periodistas. El relato comienza con una descripción del primer encuentro de los periodistas con Gloria: en una casa señorial, ubicada en un barrio residencial de Montevideo, los recibe un mayordomo que los conduce entre habitaciones finamente amobladas. Al finalizar esta primera reunión, en la que se establece cómo van a ser las entrevistas subsiguientes, se revela que el mayordomo, en realidad, es el dueño de la mansión.
A lo largo de toda la narración, las personas gramaticales ella y él, los nombres de Gloria y Hércules —nombre que le fue asignado al nacer y que usó una parte importante de sus días—, y las identidades travesti, marica y homosexual se alternan aleatoriamente cuando Gloria se refiere a ella misma. En esta ficha utilizo categorías nativas como la marica o el travesti respetando el uso fluido de categorías y personas gramaticales que hace Gloria al narrarse. Gloria se define como “un disfrazado: para ser lo que soy me valgo del disfraz […] el cambio de trajes correspondiente a diversos sexos”, dando cuenta de que entiende el género de un modo diferente a cómo lo entendemos en la actualidad.
Huérfana de madre, siendo ella muy joven, su padre emigró a trabajar a la Argentina y quedó a cargo de sus abuelos. Gloria narra que en su infancia le encantaba jugar con muñecas. El último encuentro con su padre fue a los 15 años, cuando este viaja a Montevideo a visitarla, descubre que es maricón y desaparece para siempre de su vida. En su adolescencia empieza a disfrazarse de mujer para los carnavales. Sin embargo, considera estos vestidos meros disfraces:
La primera vez que me vestí de mujer tenía 17 años y fue para los bailes de carnaval, porque yo tenía un lindo cuerpito y, en aquella época, se usaba mucho la máscara, nadie estaba con la cara al aire, todo el mundo usaba careta o antifaz, entonces eso me favorecía e impactaba a los demás. Pero por esa época, yo lo sentía como un disfraz; ahí no iba como mujer; iba disfrazada de gitana o de otra cosa. (19)
Es en estos bailes de carnaval donde se inicia en la sexualidad al tiempo que empieza a explorar distintas performances de la feminidad. Gloria descubre rápidamente que podía activar y desactivar tácticamente estas performances y que la caracterización de diferentes personajes femeninos como monjas, gitanas o bailarinas exóticas le permitía seducir hombres, al tiempo que protegerse con el pretexto de las chanzas y bromas burlescas propias del escenario dionisiaco del carnaval:
Bien, esa vez que les dije, un tipo me sacó a bailar y empezó a apretar y, en aquella época, si no te dejabas apretar un poco, si te rehusabas, se corría la voz y nunca más te sacaban a bailar. No me hice problemas y me dejaba besar por acá, por el cuello, hasta que, de repente, vino otra pareja y el hombre le dijo a mi acompañante: — Ché, ¿no te das cuenta que estás bailando con un hombre? Entonces, agarré a la mujer y le pregunté con la mayor cara de inocencia que pude poner: — ¿Qué dice este chico? ¿Que soy hombre? Está loco. Mirá. Y yo, que ya por esa época tenía bastantes senos, me descorrí el vestido y le mostré a la mujer mis pechos. La mujer se tomó el rostro y le dijo a su pareja que estaba loco, y se fueron. De todas maneras, mi acompañante quedó “picado” y me invitó a tomar champagne. En el bar, el tipo me observaba incrédulo y yo, que tenía las uñas regias, me saqué, lentamente, los guantes a ver si lo convencía. Como estuvo toda la noche pagándome copas, pensé que se había tragado el anzuelo y, como un estúpido, salí de nuevo a bailar. Allí se desmoronó todo. El tipo mandó la mano entre las piernas y encontró lo que sospechaba: — ¡La puta que te parió! Era verdad, sos un hombre. —Ay querido, no te ofendas. Es una sorpresa del carnaval. (21-22)
Gloria recuerda este momento como de gran libertad. Cuenta que, en aquella época, durante los carnavales “[l]a policía bailaba con nosotras con un verdadero espíritu democrático que ahora, lamentablemente se ha perdido”. Para ella la represión a travestis y homosexuales empieza recién en 1943 debido a que, según ella, los argentinos cruzaban a Uruguay en busca de desenfreno sexual, provocando la represión policial con la magnitud de sus escándalos.
Estas referencias al accionar represivo de la policía se alternan con otras imágenes de la fiesta, de un habitar lúdico del espacio público y de una vivencia de la sexualidad libre y gozosa. Las memorias de Gloria están salpicadas de diferentes anécdotas que, más allá de la idealización de la juventud, ilustran un mundo de hedonismo marica distante de las caracterizaciones de un universo homogéneo de represión estatal, oprobio y vergüenza. Gloria, por ejemplo, a los 18 años, ante la muerte de sus abuelos, se independiza y se muda sola a tres cuadras del cuartel militar. En sus memorias, narra cómo su casa empieza a ser frecuentada tanto por maricas como por militares de todos los rangos:
Cuando tenía 23 años, vivía sola en la zona del Piado, en la calle Bernardo Susviela, frente a una famosa amueblada, que la llamaban “El Cristo”. Todas mis amigas maricones y travestis venían a mi casa. Y bueno, ustedes saben cómo es la juventud, saben que es escandalosa, que no la para nadie y, para mejor, tenía a tres cuadras el cuartel. Pasé momentos muy lindos allí, sobre todo, cuando nos venían a ver los soldados. Es que a mí me gustaban mucho los uniformes, qué se yo…, dan como un aire de seguridad y tienen una gran prestancia, no sé, es algo que no puedo describir. Aún hoy, que soy una veterana me ponen nerviosa… Bueno, venían los soldados, tomábamos el té, bailábamos y alternábamos un poco. Venían de todos los rangos, hasta oficiales de alto cargo y cada apellido que ni les cuento. Se daban su vueltita y hacían lo suyo. Recuerdo a uno en especial, que me pedía ¡cada cosa! Con él aprendí lo que era la lluvia dorada. (29-30)
Cuando aparece la policía en los relatos, emergen también las estrategias de resistencia. Las maricas no eran meras víctimas, sino que tejían estrategias de supervivencia y diferentes instancias de solidaridad colectiva en la cual se hermanaban con otros marginados de los bajo fondos montevideanos. Gloria describe cómo, en aquel momento, las maricas formaban parte del universo prostibulario ayudando a las prostitutas y avisándoles de las redadas policiales:
Esa calle, según el historiador Aníbal Barrios Pintos (Los Barrios, Ed. Nuestra Tierra, Montevideo, 1971), era maldita, un mundo sombrío que surge en la noche, de prostitutas y borrachos, de contrabandistas y homosexuales, de antiguas casas señoriales transformadas en dudosos hoteles, de sórdidos conventillos, de pensiones para marineros y camareras. Para Gloria, en cambio, era menos oscura y más divertida. Con ojos de niño veía “las casas con faroles rojos y a las prostitutas casi desnudas. Allí las maricas actuaban como avisadoras, porque muchas mujeres estaban desnudas y se mostraban, tratando de captar la clientela masculina, compuesta en su mayoría por marineros, pero también por muchos señores de la alta sociedad. Y claro, si la policía las veía así, las llevaba presas; por eso cuando la marica veía venir a los milicos, iba corriendo a avisar a las mujeres que estaba la ronda. (25-26)
Tuvo varias parejas. Con empeño pedagógico, su testimonio reflexiona sobre las relaciones, la fidelidad, el amor y el abandono, aconsejando a las travestis jóvenes no enamorarse nunca, dada la imposibilidad del amor para ellas, siempre propensas a ser usadas, estafadas y abandonadas:
Creo que así debe ser entre los homosexuales. Las parejas de homosexuales o travestis cometen un gran error al convivir porque, en la vida, no hay nada duradero. Si hay hombres que viven con hermosas mujeres y las abandonan por una negra cualquiera, ¿qué puede esperar un travestí?, ¿que lo van a amar?, ¿que lo van a adorar?, ¿que se van a matar por él? No, eso no puede ser nunca entre personas de un mismo sexo. Además hay otra cosa: cuando uno vive en pareja, todo es divino en el primer o segundo mes, pero después empiezan a notarse los defectos de cada uno, la cosa se empieza a enfriar y vienen las peleas y discordias”. Algunos travestis jóvenes me preguntan, me piden consejos y yo siempre les digo lo mismo: que el peor error que puede cometer un marica es ‘meterse’ con un tipo. Mi experiencia me dice que el amor es muy difícil para el travesti. (25-26)
El amor, en las décadas pasadas, también era entendido de un modo muy diferente al contemporáneo.
En las últimas páginas de sus memorias, Gloria cuenta que recién de anciana y a los setenta años, decidió travestirse definitivamente y vivir su vida cotidiana como mujer. Antes de eso ni siquiera lo imaginaba posible. Contrario a lo que esperaba, sus nuevos usos del cuerpo fueron aceptados inmediatamente, recibiendo halagos y siendo celebrada. A pesar de sus temores iniciales por sus documentos masculinos, es recibida respetuosamente por los médicos, en la ventanilla del banco y en las mesas de votación, vitoreada en certámenes y hasta elegida “mejor mamá del año” en el concurso de un lujoso restaurante, por lo que se lamenta “¡Por qué no lo habré hecho hace 30 o 50 años!”. Gloria falleció a los 91 años, cuatro años después de ver publicadas sus memorias.
El siglo XXI habilita en Latinoamérica un giro memorial motorizado por la necesidad de revisitar la experiencia de los regímenes autoritarios del pasado reciente. En este marco, luego de la sanción de la Ley de matrimonio igualitario en 2013 y de la Ley integral para personas trans en 2018, se empezaron a recuperar los testimonios de maricas y travestis. Así, la figura de Gloria, que no había merecido mayor atención hasta entonces, empezó a ser rescatada y celebrada. Fue objeto de dos documentales, reconocida por un festival de cine, sus fotografías atesoradas, curadas y expuestas y actualmente se encuentra en tratamiento un proyecto para renombrar una calle de Montevideo con su nombre.
Los modos en los cuales memoriamos las vidas de las travestis y maricas que nos precedieron, muchas veces enfatizan las experiencias de la persecución, la discriminación y la soledad. A pesar de ello, la vida de Gloria, tan longeva como extraordinaria, desafía los estereotipos que ligan las experiencias trans a la invisibilidad y a la muerte. Sus memorias, si bien enfocan la experiencia de la violencia institucional, son testimonio de una vida “gloriosa”: Gloria, elije para nominarse un nombre que remite, según el diccionario, a una reputación, fama y honor extraordinarios, a una persona o cosa que ennoblece e ilustra con majestad, esplendor y magnificencia. Los periodistas reponen e imponen el drama sobre su testimonio, titulando la obra ¿Gloria o Drama?, pero Gloria muy rápidamente toma posición sobre este dilema: “Estas experiencias [las del travestismo] fueron las más plenas, las vividas sin culpa y con gran alegría […] cuando me muera, lo haré con la satisfacción de haber vivido la vida que yo viví”.
Santiago Joaquín INSAUSTI
Fuentes primarias
ARGAÑARAZ, Nicteroy Nazareth y Antonio LADRA (1991), Gloria o el drama de la existencia: recuerdos del travesti más viejo de América del Sur, Montevideo: Ediciones O Dos.
Yo, la más tremendo (1995), dir. Aldo de Garay, Centro de Medios Audiovisuales.
La Gloria de Hércules (2010), dir. Aldo de Garay, Tevé Ciudad.
Materiales adicionales
Fotografías y videos de Gloria Meneses, Fondo Aldo Garay del Archivo Sociedades en Movimiento, Montevideo, Uruguay. Acceder
Ley nº 19075 (2012), Ley De Matrimonio Igualitario, Uruguay: Dirección Nacional de Impresiones y Publicaciones Oficiales.
Ley nº 19684 (2018), Ley Integral Para Personas Trans, Uruguay: Dirección Nacional de Impresiones y Publicaciones Oficiales.
SEMPOL, Diego (2013), De los baños a la calle: Historia del movimiento lésbico, gay, trans uruguayo (1984-2013), Montevideo: Random House Mondadori.
— (2019), “Memorias trans y violencia estatal. La Ley Integral para Personas Trans y los debates sobre el pasado reciente en Uruguay”, Páginas. Revista Digital de la Escuela de Historia, 11.27, s.p.
V.V. AA. (2022), “¿Cuáles son las calles que Cosse quiere renombrar y a quiénes busca homenajear?”, El Observador (Montevideo), 23 de septiembre, s.p.
Cómo citar este trabajo
INSAUSTI, Santiago Joaquín (2024), “Gloria Meneses”, en Catálogo de memorias disidentes, MASDIME – Memorias de las masculinidades en España e Hispanoamérica, Universitat de Lleida, fecha de consulta.