
Jean Matarrita Chavarría nació en San José el 8 de agosto de 1982. Es el primer poeta trans costarricense, así como docente de Educación Física en el Ministerio de Educación Pública. Licenciado en Administración Educativa, se desempeña también como activista de los Derechos Humanos de las personas trans. Actualmente, es el presidente de la Síwo Alâr (en bribri, lengua indocostarricense, quiere decir ‘Hijos de la luna’) Hombres Trans Costa Rica, una de las primeras organizaciones no gubernamentales que aboga por la visibilidad y los derechos de los hombres trans y transmasculinos en el país.
Aunque se encuentra en proceso de edición su primer poemario, Matarrita ha publicado en distintos medios ocho poemas desde 2015; a saber: “La hija equivocada”, “Perro Trans”, “Desviaciones PreT.”, “Memorias de un hombre palabra” y “El último viaje” en la antología costarricense Verso Diverso (2018, 2023). Al ser esta una edición cartonera se entiende la vía alternativa, contrahegemónica, exocanónica, marginal al sistema editorial para publicar voces poéticas sexodisidentes en el campo literario costarricense. “Desviaciones PreT.” y “Cocodrilo hombre” aparecen en la revista costarricense Voces feroces (2021), un proyecto de la Alianza Empresarial para el Desarrollo, organización sin fines de lucro que, entre sus objetivos, promueve la inclusividad social; de ahí este volumen en el que se incluyen escritos de 27 personas entre los 15 y 59 años e ilustraciones de 8 artistas visuales LGBTIQ+. “Cocodrilo hombre”, “My sweetie” y “Mi vientre sin lunas” se publican en la antología latinoamericana Un hogar llamado cuerpo. Poetas trans de Abya Yala (2022), la cual reúne voces de Argentina, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Panamá, Guatemala, República Dominicana, Islas Bahamas, México y, por supuesto, Costa Rica. “Desviaciones PreT.” fue traducido al inglés en la revista Feminist Spaces (2016), de University of West Florida.
Adentrémonos en cada uno de sus poemas. “La hija equivocada” configura una elegía invertida: el duelo por la hermana muerta se transforma en autorreproche y desplazamiento identitario ‒“Por muchos años pensé, que, a lo mejor, murió la/ hija equivocada” (Angulo, 2018, p. 15)‒. El sujeto lírico se siente sobreviviente ilegítimo, en parte por su identidad trans y sexualmente diversa, la cual lo ubica fuera del amor filial. El tono confesional se entrelaza con una mirada crítica a la familia y la heteronorma: el velorio, descrito con inocencia y extrañamiento (“Yo escogí su caja era blanca, de peluche”), revela la soledad afectiva y el desarraigo del sujeto que ya no pertenece ni al género asignado ni al duelo legítimo. El cierre ‒“Comprendí que la gente fuerte/ también se muere…”‒ resignifica la muerte como una forma de fuerza y la supervivencia como castigo. Se condensa así una poética de la culpa y la resistencia.
“Perro trans” es uno de los textos más potentes del conjunto. Conjuga deseo, corporalidad y memoria marginal. La figura del “perro” funciona como metáfora de resistencia y lealtad, pero también de abyección: “El lugar olía rancio, a grasa, y alcohol/ pero para mí era dulce, dulce/ como lamerme las costras” (Angulo, 2018, p. 16). El poema neutraliza los insultos homofóbicos (“La machona/ la marimacha”) para reapropiarlos y reinscribirlos en la masculinidad trans. El cuerpo se recuerda desde la infancia, señalando el imaginario prefigurativo del cuerpo trans, un deseo de adecuación que antecede al discurso médico: “Fui de nuevo ese niño,/ que se quitaba la camisa en la playa// Fui de nuevo ese niño,/ que se ponía la manguera en medio de las piernas/ para regar las plantas del jardín”. El tono es simultáneamente erótico y testimonial, y el final reconfigura el trauma en ternura: el amor validante de una mujer que lo “reconoce como hombre” constituye la redención simbólica del poema.
“Memorias de un hombre palabra” es un poema en prosa, con un estilo más narrativo y descriptivo que lírico. El epígrafe de la escritora costarricense Carmen Naranjo (“Había que ser como la casa, más larga que ancha, lustrosa, reluciente, sin espacios inútiles”, Angulo, 2018, p. 18) abre un diálogo con la tradición femenina nacional para luego subvertirla desde un cuerpo que ya no encaja en esa arquitectura. La narración fúnebre ‒“horas después enterraría a la única persona que me había amado sin condiciones”‒ vincula el duelo familiar con la transición corporal: “Faltan trece días para la operación de mi pecho”. El texto construye una poética del umbral: entre la muerte de la hermana y la mastectomía, entre el cuerpo que se despide y el que se inaugura. El lenguaje de la memoria (“el pueblo del polvo, de los zancudos, del olvido”) refuerza el carácter liminar de un sujeto que se rehace desde la pérdida. La palabra poética, como sugiere el título, es acto de reencarnación simbólica.
“El último viaje” está estructurado como un itinerario (“Deambulé por todos los vagones del tren”, Angulo, 2018, p. 19), a fin de condensar la trayectoria identitaria del sujeto trans en una secuencia de “categorías” que funcionan como estaciones de tránsito y rechazo social: “Niña, lesbiana, señora/ Mae, playo, caballero, señor/ transgénero”. El costarriqueñismo “mae” refiere a una persona joven; mientras que “playo”, de forma despectiva a un homosexual o a un hombre afeminado. La enumeración culmina con la identidad afirmada: “Hombre trans”. Sin embargo, esa afirmación se matiza con la conciencia de un proceso de transición lento que implicó costos físicos y emocionales: “Dos años y medio de inyecciones de testosterona/ Una mastectomía periareolar/ Transpiración excesiva, palpitaciones nerviosas/ lágrimas, sangre, pus, vidrios rotos”. El poema propone, así, una narrativa de supervivencia posquirúrgica. El título sugiere que el viaje final no es hacia la muerte, sino hacia la autoafirmación luego del “cataclismo” corporal.
En “Cocodrilo hombre”, el sujeto lírico se presenta como víctima y contestatario del discurso religioso que demoniza la llamada ideología de género. Frente a esa satanización, el texto reivindica una poética de la autocreación corporal y la insumisión teológica, en la que la ironía se convierte en forma de resistencia: “‘Varón y mujer los creó’/ Emite la Santa sede/ ante nuestro jugoso plan/ de aniquilar la naturaleza” (Tello, 2022, p. 102). El sujeto lírico desmantela el dogma que pretende naturalizar el binarismo sexual y reclama su derecho a modelar su propio cuerpo según su deseo (“y se arma el cuerpo que le plazca”). Esta afirmación de soberanía corporal se enfrenta, sin embargo, a la precariedad institucional y médica ‒la espera de la terapia hormonal a cargo de la Caja Costarricense del Seguro Social‒ y a las resistencias sociales que aún limitan el pleno reconocimiento de las identidades trans (“El que pide baños neutros”).
El poema introduce además una dimensión erótica y autoafirmativa: el cuerpo en transformación no solo es campo de lucha política, sino también espacio de placer, seducción y autoerotismo. El hablante celebra su “pubertad tardía” como rito de iniciación y reivindica la legitimidad de su deseo. En esa clave, el “cocodrilo” ‒animal anfibio, híbrido, de doble hábitat‒ simboliza la plasticidad identitaria, la capacidad de habitar la frontera y de moverse entre los mundos masculino y femenino. En su trasfondo, la defensa del protocolo de baños neutros en centros educativos aparece como extensión de ese mismo principio: el derecho al cuerpo implica también el derecho al espacio. “Cocodrilo hombre” erige, en fin, una poética del cuerpo como hogar móvil y autoconstruido, donde la biología deja de ser destino para convertirse en posibilidad estética y política, en un territorio propio que se rehace contra el dogma y la exclusión.
“My sweetie” configura un breve autoepitafio: “La casa sin ella es muy silenciosa/ como un cementerio” (Tello, 2022, p. 102). El sujeto lírico habla como fantasma: “yo sigo siendo un espectro/ esperando ser visto”, borrando la frontera entre la hermana muerta y su propio yo anterior, la mujer que fue. El poema evoca la persistencia del duelo y la nostalgia del pasado femenino, pero también un reconocimiento compasivo hacia ese ser anterior: “a veces la extraño/ A veces me extraño”. Logra inscribe la memoria del género pasado sin negarlo; lo integra como sombra constitutiva del sujeto trans.
En “Mi vientre sin lunas”, el tono es de duelo corporal y reconciliación materna. El título remite a la menstruación ausente tras la histerectomía (“Una despedida a cuentagotas/ como la menstruación/ el vientre sin lunas/ mi vientre sin lunas”, Tello, 2022, p. 103). El poema aborda la operación como un parto invertido, donde la madre reaparece no como antagonista, sino como acompañante del dolor (“le dije a mi madre/ mientras la sangre corría/ ¡mi sangre!/ ¡su sangre!”). El “vientre habitado” alude al duelo y a la sanación simultáneas: el cuerpo que deja de ser reproductivo se transforma en cuerpo poético. Desde una mirada transmasculina, este texto subvierte la maternidad biológica para convertirla en maternidad de sí mismo, de su nueva identidad.
He dejado para el final el poema de Matarrita que más proyección editorial ha tenido. “Desviaciones PreT.” dramatiza el conflicto entre realidad, fantasía e ideal de un sujeto lírico transmasculino que se halla en la antesala de su transición hormonal; de ahí el “PreT.” del título, sigla de “Pre testosterona”, usada en el argot transexual para indicar que la persona ha recibido el diagnóstico que aprueba y le permite someterse a la terapia hormonal. A través de un juego de oposiciones (“Realidad”, “Fantasía”, “Ideal”), el hablante poético construye una autonarración del cuerpo como campo de deseo y violencia, donde el erotismo se entrelaza con la crítica institucional y social. El sujeto lírico se sitúa entre el cuerpo poseído y el deseado, entre la materialidad y la imaginación, en un proceso de tránsito no solo fisiológico, sino también simbólico y político.
En la primera estrofa, el deseo erótico se expresa como tensión entre lo posible y lo imposible: “Realidad: Roza su barba por mi cuello/ Fantasía: Roza su barba por mis pezones” (Angulo, 2018, p. 17). Este oposición señala la frustración de un cuerpo que aún no puede realizar plenamente su deseo, pero que lo imagina como afirmación de existencia. El fajado meticuloso de los senos evidencia el esfuerzo por ocultar la feminidad corporal para garantizar el passing y el reconocimiento del deseo homosexual masculino. En esa intersección entre placer y represión, el sujeto lírico sitúa la carne trans como espacio de enunciación, donde el transerotismo se torna también acto político de autoafirmación.
El poema asimismo denuncia la estigmatización médica y moral de la transexualidad. La voz poética carga con el peso del discurso que lo acusa de “desviación” y “perversión”, tal como lo señala la lógica heteronormativa de la patologización. En los versos 8-9 (“Realidad: No hay permiso para ‘perversiones’/ Menos si se está ‘definido’”), se evidencia el castigo simbólico de una sociedad que impone coherencia entre sexo, género y deseo. El tránsito por el “bulevar” nocturno remite a la condición de marginalidad y riesgo: el cuerpo trans, visible o descubierto, se vuelve vulnerable a la violencia transfóbica en el espacio público (“Transitar por el bulevar pasada la media noche/ Manos en las bolsas/ Parece que no tengo miedo/ Mi cuerpo ‘un poco masculino’”). La prohibición de hablar marca la autocensura como estrategia de supervivencia en la calle, donde la visibilidad puede significar peligro.
Los versos “Fantasía: Reasignación hormonal/ Realidad: Resignación hormonal” condensan la frustración ante los obstáculos institucionales ‒la burocracia médica y la falta de acceso a terapias hormonales en el sistema público‒ que prolongan el sufrimiento corporal y psíquico. La masculinidad trans aquí no se erige como una copia, sino como una reconstrucción crítica de los modelos cisnormativos, aunque el poema evidencia la tensión con la hipermasculinización (“Terminar siendo ese mae ‘bien macho’, a punta de/ bisturí./ Más hombre que los ‘cis’ ¡Tu papi!”), la cual puede responder en parte a la exigencia y reforzamiento de roles de género sexistas que los sistemas médico y legal les demandan a los hombres trans para ser reconocidos como verdaderos hombres, en una sociedad que constantemente les está recordando a través de la violencia simbólica que ellos son malas copias del género que viven (Missé, 2014).
El epígrafe del poeta y activista trans chileno Michel Riquelme ‒“Deseo ser todas las desviaciones en un solo cuerpo”‒ sitúa al sujeto lírico en una genealogía translatinoamericana de resistencia queer, donde la desviación deja de ser error para volverse potencia creadora. En diálogo con Riquelme y autores como Missé y Coll-Planas (2010), el poema de Matarrita convierte la experiencia de transición en una reflexión crítica sobre el poder, el deseo y el cuerpo. De ahí el cierre lapidario: “Realidad: a veces soy solo ficción”, verso que encarna la dislocación entre ser y parecer, entre el cuerpo vivido y el cuerpo reconocido. En definitiva, “Desviaciones PreT.” es, en mi criterio, un texto cardinal en la poesía trans costarricense contemporánea, pues articula una poética del tránsito y la autoconstrucción, donde el cuerpo ‒abierto, incompleto, deseante‒ se vuelve lugar de lucha, archivo de violencia y, sobre todo, espacio soberano de imaginación y libertad.
Fácilmente se puede considerar egodocumentos a aquellos poemas que responden a un esquema discursivo más tradicional; es decir, compuestos, como dice Pozuelo Yvancos (2009), sobre el estatuto enunciativo de la primera persona, sobre un contenido asociado realista o empíricamente a las emociones del autor y sobre una función reflexiva del yo. La poesía de Matarrita en conjunto se puede considerar egodocumental, pues cumple con la escritura de un yo, que gracias a la depositación ficcional del autor, la descripción, verbos en tiempo presente y algunos elementos literarios o ficticios de la microhistoria, mantiene un vínculo entre la realidad y el texto para componer representaciones de sí mismo y testimoniar eventos, actos, experiencias de vida, pensamientos y sentimientos personales, que se vuelven históricos y públicos (Dekker, 2002). Como me afirmó el propio Jean en comunicación personal: “En mis textos mezclo la fantasía y la autobiografía para plasmar mi cotidiano, mis vivencias como hombre trans costarricense. Creo en la visibilidad, en que otros hombres trans y transmasculinos se identifiquen con mi poesía, y otras personas puedan ver otros mundos posibles”.
Me interesa dar a conocer esta producción transpoética costarricense como egodocumental, porque representa una de las expresiones más lúcidas y valientes de la subjetividad contemporánea en Costa Rica. La poesía de Jean Matarrita, atravesada por la autobiografía, el testimonio y la ficción identitaria, constituye un documento histórico y artístico de la experiencia transmasculina en el país, un archivo íntimo de la transición corporal y simbólica que adquiere valor público al visibilizar la existencia de cuerpos y voces históricamente marginadas. En su escritura confluyen la memoria personal, el discurso político y la sensibilidad estética: sus versos registran la violencia estructural y la exclusión social, pero también la afirmación gozosa del cuerpo y el derecho a la autodeterminación. Desde un punto de vista literario, su producción amplía los márgenes del canon poético costarricense y latinoamericano al introducir una nueva gramática de la identidad, donde el yo poético se convierte en espacio de resistencia y autoinscripción. En términos históricos y sociales, los poemas de Matarrita documentan las tensiones entre religión, medicina, sexualidad y ciudadanía en el contexto costarricense del siglo XXI, devolviendo a la poesía su función de crónica emocional y política de su tiempo. Difundir sus poemas, dentro y fuera del país, implica no solo reconocer su valor estético, sino también afirmar la relevancia de la poesía como medio de memoria, denuncia y emancipación para las disidencias sexo-genéricas en Centroamérica y el resto de América Latina.
Ronald CAMPOS LÓPEZ
Fuentes primarias
MATARRITA, Jean (2016), “DesViacioOnes PreT“, Feminist Spaces, 2-1. 38 Acceder
— (2021), “Selección de poemas”, Voces Feroces, 2.64.
ANGULO, César (2018), Verso diverso. Antología poética, Costa Rica: Cartón-ERA.
— (2023), Verso diverso. Antología poética, Costa Rica: Cartón-ERA.
TELLO, Nallely Guadalupe (2022), coord., Un hogar llamado cuerpo. Poetas trans de Abya Yala, Oaxaca, México: Colectivo Editorial Pez en el Árbol y Asociación Civil Trans de Oaxaca.
Bibliografía
DEKKER, Rudolf (2002), “Jacques Presser’s Heritage: Egodocuments in the Sdudy of History”, Memoria y Civilización, 5, pp. 13-27.
MISSÉ, Miquel (2014), Transexualidades. Otras miradas posibles, Barcelona y Madrid: Egales.
MISSÉ, Miquel y Gerard COLL-PLANAS (2010), eds., El género desordenado. Críticas en torno a la patologización de la transexualidad, Barcelona y Madrid: Egales.
POZUELO YVANCOS, José María (2009), “Teoría de la lírica”, Poéticas de poetas. Teoría, crítica y poesía, Madrid: Biblioteca Nueva, pp. 19-47.
Cómo citar este trabajo
CAMPOS LÓPEZ, Ronald (2025), “Jean Matarrita Chavarría”, en Catálogo de memorias disidentes, MASDIME – Memorias de las masculinidades en España e Hispanoamérica, Universitat de Lleida, fecha de consulta.