
La figura de Gregorio Prieto (Valdepeñas, Ciudad Real, 1897-1992), conocido y etiquetado durante mucho tiempo como “el pintor de la Generación del 27”, ha sido reactivada y revalorizada en las últimas décadas, entre otras razones gracias a la recuperación de su obra fotográfica realizada durante su pensionado en la Academia de España en Roma entre los años 1928-1932. Durante ese periodo, asistido técnicamente por Eduardo Chicharro -también becado en la Academia-, se hizo retratar en estudiadas poses cargadas de sensualidad y homerotismo en las que se combinaba una extasiada admiración por la Antigüedad clásica con la asimilación de la vanguardia europea, en especial de la poética surrealista de la que se había empapado en París.
El resultado es un impresionante catálogo de autorretratos en los que el culto al desnudo, la fotogenia y el desinhibido narcisismo de un Prieto joven campan a sus anchas. El carácter provocativo y demasiado atrevido para la época de muchas de estas imágenes propició que la mayoría no vieran la luz en vida del artista. Otra de las razones de su recuperación, a rebufo de lo anteriormente expuesto, es una nueva mirada historiográfica sobre la figura de Prieto que se interroga sobre el papel de su obra en una genealogía del arte homosexual español. Este es un aspecto que había sido dejado de lado y que permanecía muy enmarañado, en gran parte, por la autoficción biográfica y el particular relato retrospectivo sobre su obra construidos por el propio artista en las últimas etapas de su vida, tras volver de su exilio británico en el año 1947 e intentar el acomodo y el beneplácito en la España franquista.
La biografía del Prieto anterior a la Guerra Civil es la de un artista cosmopolita y viajero, ávido de conocimiento y de experiencias, que asimila con solvencia y personalidad propia las diversas corrientes de vanguardia con las que entra en contacto. El artista comenzó su formación en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, continuando sus estudios en París y como pensionado en pintura de paisaje en la citada Academia de España en Roma, que le permitió realizar una gran cantidad de viajes y estancias en diversos países europeos como Grecia, Francia, Italia (especialmente Sicilia), Dinamarca o Alemania.
A mediados de los años 20 entabló amistad con Alberti, García Lorca, Prados, Cernuda o Aleixandre, quienes serán algunos de los más destacados miembros de la Generación del 27. Su obra fue bien recibida por la crítica, que destacó su carácter vanguardista, y participó activamente en exposiciones y certámenes tanto en España como en el extranjero. De igual modo, su visión de la homosexualidad también se encuentra a la vanguardia: sus viajes le permiten conocer contextos más abiertos que el español: así, por ejemplo, en París entró en contacto con Jean Cocteau y su círculo. Su experiencia vital homosexual de este periodo de juventud -de la que tenemos constancia sobre todo a través de su intercambio epistolar con Vicente Aleixandre- es relajada y hedonista, abierta al amor tanto platónico como carnal sin ningún tipo de cortapisas, aunque siempre sellada por un halo de férrea discreción a la hora de verbalizarla.
Será en su obra plástica donde el manchego irá más lejos, trazando a través de sus numerosos autorretratos, tanto pictóricos como fotográficos, una suerte de biografía imaginada que vista en perspectiva resulta francamente rompedora e inusitada para la plástica española de la época. Pertrechado en estrategias como el sueño (en el que todo es posible), la evocación de un tiempo mítico a través de las ruinas grecolatinas o ilógicas asociaciones surrealizantes propone situaciones en las que la presencia de la homosexualidad y lo homoerótico fluyen de forma libre y despreocupada.
En el cuadro Ruinas de Taormina (1928), el autor superpone la evocación y mitificación de la Antigüedad clásica -como el enclave en el que la pederastia era una respetada forma de amor- con un símbolo contemporáneo como el marinero, que en la década de los veinte y de los treinta se había convertido en un tropo de la homosexualidad. En el primer término del cuadro aparece un marinero dormitando -dado el parecido físico se trataría del propio pintor- que parece soñar una escena homosexual en la que dos marineros se encuentran y charlan en el teatro greco-romano de Taormina. De forma secuencial, al fondo vemos de espaldas esta misma pareja de marineros alejarse abrazados.
También en la serie fotográfica realizada en Roma entre 1928 y 1932 abundan autorretratos del propio Prieto enfundado en su níveo traje de marinero deambulando por las calles de Roma, dialogando con estatuas o con otros marinos, o como en una de las tomas con otro marinero descansando la cabeza en su regazo. Con esta suerte de autobiografía visual, mitad vivida mitad ensoñada, Prieto fue capaz de plasmar un mundo utópico futuro, anticipando de algún modo parte del imaginario del arte gay posterior a Stonewall.
Jesús MARTÍNEZ OLIVA
Fuentes primarias
PRIETO, Gregorio (1928), Ruinas de Taormina.
PRIETO, Gregorio (1928-1932), serie fotográfica realizada en Roma con Eduardo Chicharro.
Bibliografía
ALEIXANDRE, Vicente (2019), Visitar todos los cielos. Cartas a Gregorio Prieto (1924-1981), ed. Víctor Fernández, Madrid: Fundación Banco Santander.
CRUZ YÁBAR, Almudena, coord. (2014), Gregorio Prieto y la fotografía, Madrid: Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
CRUZ YÁBAR, Almudena (2022), “La arcadia fotográfica de Gregorio Prieto”, en Espejos y contraespejos. Trazos biográficos, diversidad sexual y arte en Hispanoamérica y España, ed. Juan Vicente Aliaga y Jesús Martínez Oliva, Barcelona-Madrid: Egales, pp. 29-55.
GARCÍA-LUENGO, Javier (2016), Gregorio Prieto. Vida y obra (1897-1992), Valdepeñas: Fundación Gregorio Prieto.
Materiales adicionales
Archivo Fundación Gregorio Prieto (AFGP). Acceder
Cómo citar este trabajo
MARTÍNEZ OLIVA, Jesús (2023), “Gregorio Prieto”, en Catálogo de memorias disidentes, MASDIME – Memorias de las masculinidades en España e Hispanoamérica, Universitat de Lleida, fecha de consulta.
http://www.masdime.udl.cat/profile/prieto/