
Vanessa Show (1953-2023) nació en el seno de una familia de muy buena posición económica de la provincia de Santiago del Estero, perteneciente a una región —Norte Grande Argentino— marcada por altos índices de pobreza, y de donde procederán numerosas travestis y trans de generaciones posteriores. La tensa relación con su padre —al que describe como “golpeador” y “misógino” (Show, 2012: 9)— propició un temprano alejamiento de la casa familiar: a los 15 años, Show se trasladó a Buenos Aires, donde desempeñó diversos oficios hasta que inició su carrera como bailarín en espectáculos revisteriles de importantes teatros porteños, como el Maipo o El Nacional.
En la década de los 70 comenzó a estelarizar exitosos shows como transformista; ya convertida en “Vanessa Show”, hizo una breve participación en la película Las píldoras (1972) y fue contratada para trabajar en Italia. El inestable clima político argentino la decidió a instalarse en París, ciudad en la que residió durante 16 años. En los 90 regresó a Argentina. Fue una de las primeras personalidades travesti / trans mediáticas, junto a figuras más jóvenes como Cris Miró (1965-1999) o Florencia de la V. (1975), con quien llegó a tener, en 2014, una tensa polémica a raíz de la autopercepción de esta última como mujer: “Si tenés un garrote entre las piernas no podés ser mujer. […] Dejate de joder. No sos mujer, de ninguna manera. Es un transexual no operado como yo… una travesti”. La distancia generacional —con sus muy diversos trayectos vitales— puede explicar la visión más “esencialista” de Show, que no dispuso en su momento de las mismas herramientas que poseen hoy lxs disidentes sexogenéricos para pensarse a sí mismxs.
En 2012, Show publicó Es verdad. Biografía, un libro que recorre su vida desde su infancia en La Banda hasta la década de 1970, cuando se instala en Europa a causa de la amenaza de la Triple A —grupo parapolicial liderado por José López Rega entre 1973 y 1976—, quien la consideraba una “terrorista sexual”. Un aspecto interesante de la autobiografía (anunciada como una “primera parte”, pero que no ha tenido continuación) es que hace eje, en todo momento, en la trayectoria de la “artista”, con muy escasas referencias a la vida personal, que se limitan sobre todo a episodios de la niñez y la adolescencia. Tampoco hay, como en el caso de las memorias de Malva (2010), referencias al ambiente gay / trans porteño y a sus espacios de socialización; Show abunda, en cambio, en detalles sobre el mundillo teatral e incluso interrumpe el hilo de la narración autobiográfica tras el capítulo 4 para ofrecer una serie de “homenajes” a importantes figuras con las que trabajó, como las vedettes y/o actrices Nélida Roca (1929-1999), Nélida Lobato (1934-1982), Susana Giménez (1944), Susana Brunetti (1941-1974) e Isabel Sarli (1935-2019).
Otro rasgo destacado del libro es su constante voluntad —anunciada desde el título— de ser fiel a los hechos narrados, puesta en entredicho, sin embargo, por una notoria tendencia a la hipérbole, así como por ciertas inconsistencias desde el punto de vista cronológico. Show se empeña en verosimilizar sus recuerdos, posiblemente, porque es consciente de que la suya es una identidad marginada y estigmatizada: insistir en sus dotes de artista y en los múltiples triunfos que obtuvo se antoja la estrategia a la que recurre para legitimar su discurso y contrarrestar las eventuales críticas, así como los ataques homo / transfóbicos. Es verdad. Biografía no ofrece en ningún momento una reivindicación de la disidencia sexogenérica de la autora, que parece haber estado allí desde siempre. Aquello que sí se describe con detalle es el nacimiento, azaroso según el relato, de la artista “Vanessa Show”:
Normalmente los bailarines se disfrazaban, uno hacía de payaso, otro de señora con el batón, se ridiculizaban; era el desfile de la primavera. Un domingo, apenas llegamos al teatro, a las cinco, más o menos, porque teníamos función a las seis, empezamos a hablar entre todos para acordar dónde íbamos a desfilar, pero nadie sabía qué iba a hacer el otro […]. Yo me compré unas sandalias plateadas […] me las probé y escondí todo hasta que el último día las llevé al teatro. Llegó ese día y me puse unas medias caladas color carne, una súper tanga y al chico que vestía a la Lobato le pedí una estola de pluma y me trajo una de avestruz que ella trajo de París. […] Me puse un turbante, no me maquillé mucho, solo me pinté los labios, y agarré la estola y me la puse en la espalda cubriendo los pechos que no tenía […]. Paso siguiente, me paro y me veo en ese gran espejo. Con la imagen que en ese momento me devolvió el mismo no te puedo explicar lo que me pasó. […] Ahora imagínense el cuadro: un metro ochenta, doce centímetros de taco, medias caladas, súper tanga, una toalla usada como turbante color blanco nieve y la estola de plumas rosa Dior apoyada sobre los hombros. Camino por ese pasillo, con un garbo glamoroso y justo sale [Alfredo] Barbieri con [Adolfo] Stray y el primero le dice al otro: “¿Quién es esa potra?”. Yo sigo caminando y subo dos escalones y apoyándome en la baranda de la escalera con mi pierna izquierda plegada les dije: “Qué divinos, me acaban de poner la pulga en la oreja, no seré bailarín nunca más”. (35-36)
El fragmento es ilustrativo tanto del carácter conversacional de la autobiografía —cuyo origen fue, presumiblemente, una entrevista— como del tono hiperbólico con el que Show construye su personaje. Incluso cuando da cuenta de la amenaza policial, prefiere mostrarse no como una víctima sino como alguien que acababa obteniendo respeto por su personalidad avasalladora y por su profesionalidad como artista. En el capítulo 9, por ejemplo, la autobiógrafa cuenta que en 1973 la policía irrumpió en la pensión en la que vivía. Buscaban a “Vanessa”:
-¿Vos sos travesti? -me pregunta.
-¡No, soy Marilyn Monroe, pelotudo!
El comisario me empezó a observar y me preguntó dónde trabajaba y yo le dije que en “Hidrógeno”, Estados Unidos y Balcarce. Entonces le dije:
-No sé para qué me preguntás si ya sabés que soy Vanessa.
-Yo voy a saber si sos Vanessa si me mostrás las manos.
Se las mostré y dijo:
-Disculpame, nunca más te voy a molestar porque vos sos una artista y te conozco desde siempre, lo que pasa es que yo de día veo a un chico.
-Bueno, querido -le respondí-. Yo de día soy beata y de noche gata. (81)
Esta escena contrasta con las evocaciones de los atropellos policiales hacia gais y travestis que ofrece Malva, por ejemplo, en Mi recordatorio. Es muy probable que el hecho de ser una figura pública —protagonista de espectáculos como Las vedettes son ellos o El tercer sexo se divierte— diera lugar tanto a la persecución específica como al tratamiento excepcional: en los años 70 hubo en Buenos Aires un pequeño boom en torno al transformismo, con hitos como la gira de la compañía brasilera Les Girls (Cytryn, 2021), ampliamente cubierta por la prensa de la época, o la película Mi novia él… (1974), protagonizada por Alberto Olmedo y Susana Giménez, cuyo título original —censurado— era Mi novia el travesti. Esta situación podría explicar que Show fuese objeto de una tolerancia a la que no podían aspirar otras personas trans.
En todo caso, resulta interesante destacar que a diferencia de otras autobiografías de disidentes sexogenéricos, Es verdad opta por trazar el perfil de alguien que se sobrepuso a las adversidades a fuerza de tenacidad y de una inquebrantable fe en sí misma: “disculpen la falta de modestia, talentosa y única, porque también les quiero recordar que no solo soy la primera travesti con proyección internacional sino que soy la primera en cine, la primera en teatro, la primera en estar en la calle Corrientes […]. Y también fui la primera en televisión” (82).
Haciendo honor a su nombre elegido, Show prefiere hacer de sí misma un espectáculo y de sus memorias una puesta en escena igualmente espectacular. La “verdad” del título, en este sentido, puede entenderse como la “verdad” con que la autora elige contar(se), un gesto de (glamurosa) autoafirmación y autoinvención. Así lo ratifican, además, las numerosas fotos que se van intercalando capítulo a capítulo, junto con epígrafes que subrayan la belleza y el buen gusto de la autobiógrafa: “Yo no tengo la culpa si la naturaleza me hizo así, sin cirugías y mucho menos Photoshop” (109).
En 2018, en el marco del festival internacional de cine LGTBIQ+ Asterisco, se estrenó el cortometraje inédito Vanessa (1974) de Marie Louise Alemann, que muestra a la artista preparándose para actuar en uno de sus espectáculos, Europa en Buenos Aires.
Jorge Luis PERALTA
Fuentes primarias
SHOW, Vanessa (2012), Es verdad. Biografía, Buenos Aires: Ediciones El Escriba.
Materiales adicionales
ÁLVAREZ, Ana Gabriela (2022), “‘Maricas chicharras’ y ‘travestis’: mercados, espectáculos e intercambios transnacionales en los orígenes de la identidad de mujeres trans (Buenos Aires, años 1960-1970)”, Revista Uruguaya de Ciencia Política, 31.1, pp. 103-126.
CUTULI, Soledad (2013), “Maricas y travestis: repensando experiencias compartidas”, Sociedad y Economía, 24, pp. 183-204.
CYTRYN, Lucía (2021), “Aventuras del tercer sexo: Les Girls en Buenos Aires”, Moléculas Malucas, Octubre, s.p.
Entrevista en Suplemento Soy de Página 12 (2009). Acceder
Entrevista en Suplemento Soy de Página 12 (2018). Acceder
Las píldoras (1972), dir. Enrique Cahen Salaberry, Argentina Sono Film.
SIMONETTO, Patricio y Marce BUTIERREZ (2021), “The archival riot: Travesti / Trans* audiovisual memory politics in twenty-first-century Argentina”, Memory Studies, 16.2, pp. 280-295.
Vanessa (1974), dir. Marie Louise Alemann.
Cómo citar este trabajo
PERALTA, Jorge Luis (2024), “Vanessa Show”, en Catálogo de memorias disidentes, MASDIME – Memorias de las masculinidades en España e Hispanoamérica, Universitat de Lleida, fecha de consulta.