Morganna Love

Aleizah Morganna Martínez Bautista, conocida por su nombre artístico Morganna Love (San Miguel de Allende, Guanajuato, 1980), es una actriz y cantante mexicana. Cuenta con más de quince años de trayectoria, se ha dedicado a la ópera y a otros géneros musicales y ha participado en varias producciones fílmicas. El documental Made in Bangkok del cineasta Flavio Florencio fue un parteaguas en su carrera. En éste se plasma su transición a mujer a partir de un sueño: ganar un certamen de belleza en Tailandia y así poder pagarse la cirugía de reasignación de sexo. El documental nos adentra en Morganna y en el desafío y la presión de un certamen de belleza, Miss International Queen, celebrado en Bangkok en 2012, en el que la artista mexicana impactó por su voz y su canto; sin embargo, no resultó ganadora. Un asunto azaroso, mágico, no del todo planeado, consiste en que su historia fue escuchada por el prestigioso cirujano tailandés Preecha Triewtanon y así la cantante mexicana logró su cometido, someterse a la cirugía de reasignación de sexo durante su estadía en Tailandia. El estreno fue en 2015 y obtuvo varios premios y nominaciones, como el reconocimiento al mejor documental en el Festival de Cine de Guadalajara y una nominación a mejor documental de los premios Ariel. La edición de la revista Forbes de 2020 la incluyó en el listado de las 100 mujeres más poderosas de México.

Ana M. F.

Juan Pablo M. nació en Madrid en 1950, pero acabaría siendo conocido como “la Ana”, “la Fifi” o “la Fresa”. Con 25 años empieza un proceso de cambio de sexo legal al tiempo que sufre una serie de detenciones policiales por “invertido y buscar invertidos” al sospechar que ejerce la prostitución: su género femenino y su sexo / nombre masculino en el DNI plantean una contradicción a las autoridades. Así, en 1975, es detenido/a “cuando se hallaba en las Ramblas [de Barcelona] haciendo ostentación de su condición de homosexual, yendo totalmente maquillado con pendientes y ropa de mujer”, según el informe policial conservado en su expediente del Juzgado de Peligrosidad y Rehabilitación Social de Cataluña.

Madame Arthur

Modesto Mangas Mateo (Villavieja de Yeltes, 1923-Barcelona, 1999) fue rebautizado en varias ocasiones. En sus primeras actuaciones como imitador de estrellas, a los catorce años, respondía al nombre de Modesto de la Alhambra. Después de trabajar junto a La Penalti como boys para Celia Gámez, saltando de una representación a otra y conociendo el mundo de la noche y de la homosexualidad en la década de los cuarenta, Modesto se vio obligado a recuperar su nombre oficial para acudir al Servicio Militar. Tras este forzoso paréntesis, emigró y acabó actuando en el Carrousel de París y en el Genoux de Berlín. Hacia 1950, volvió a España, aunque la enfermedad de su madre y los consejos de un religioso le retiraron temporalmente del cabaret para dedicarse al servicio doméstico. Tras esa pausa, a inicios de los sesenta, fue contratado en el Gambrinus de Barcelona, adoptando el sobrenombre de La Tula. Con la llegada del Carrousel de París a la capital catalana, tomó otro bien distinto, Madame Arthur, que evocaba uno de los locales travestís más exitosos de Francia. Y ese no fue su último cambio, puesto que, cuando entró a trabajar en el Barcelona de Noche en los años setenta, se hizo llamar Míster Arthur. Con este amplio abanico de nombres, nos acercamos a uno de los referentes indiscutibles del universo trans durante la dictadura franquista y la Transición española.

Malva

Nacida en tierras chilenas, Malva (Antofagasta, c. 1926-Buenos Aires, 2015) decidió probar suerte en Argentina a los 17 años en compañía de otras “maricas” que, como ella, querían huir de un entorno familiar asfixiante. Cruzaron a pie la cordillera de los Andes, en una travesía memorable, y llegaron a Mendoza. Tras un breve periodo en esa provincia, hacia 1943 Malva se radicó en Buenos Aires, donde entró en contacto con la subcultura homosexual y en donde desempeñó diversos trabajos, desde ayudante de cocina a modista. Fue encarcelada en numerosas ocasiones debido a su visible afeminamiento. Precisamente en la cárcel la rebautizaron como “Malva”, nombre que adoptó de allí en adelante.

Jaime Manrique

Jaime Manrique (1949-) pertenece al selecto grupo de autores —entre los que también se contarían Oscar Hijuelos, Sandra Cisneros y Junot Diaz— que han abierto espacios emocionales y discursivos para la emergencia de las letras latinas en el panorama literario norteamericano. La obra de Manrique, sin embargo, se distingue de las demás porque se desenvuelve en la intersección entre lo latino y lo queer. Novelas como Latin Moon in Manhattan / Luna latina en Manhattan (1992) y varios de los relatos de Twilight at the Equator (1995) se erigen como narraciones pioneras de las latinidades queer y exploran cuestiones que van desde la subjetividad híbrida del migrante y la gestión compleja del bilingüismo español-inglés hasta la homofobia o el impacto del sida en la comunidad latina y queer de Nueva York. Protagonizadas por Santiago, una suerte de heterónimo del mismo Manrique que ya aparece en su opera prima El cadáver de papá (1978) —a nadie escapa que Jaime y Santiago son el mismo nombre—, estas narraciones se inscriben lúdicamente dentro del ámbito de la ficción de inspiración autobiográfica. A fin de cuentas, la hibridez es una de las marcas de identidad de la literatura manriqueña: el escritor colombo-americano es autor de una obra inclasificable y deliciosamente promiscua, que se desliza en los intersticios de varios géneros, disciplinas e idiomas.

La Margot

Los testimonios de Antonio Campos (Bétera, 1948), incluidos en su texto autobiográfico Margot: El maquillaje son mis personajes (2018) y, especialmente, en el ensayo de Juan Barba y Rafael Solaz titulado La Margot. Un paseo por el transformismo valenciano (2021), inciden en ideas relevantes para una reflexión histórica sobre las identidades y las experiencias trans españolas. Empecemos por su procedencia. Nació a unos treinta kilómetros de Valencia, en la dura postguerra. Que se hable de vidas queer en un espacio excéntrico, siempre invita a la reflexión sobre el modo en que construimos nuestro pasado. Muchas vidas de la constelación trans se localizan en los principales centros urbanos del país, Madrid y Barcelona. Lo rural, y, en el caso que nos ocupa, Valencia, suele quedar fuera de consideración a pesar de los aspectos inescapablemente queer de elementos centrales a la identidad de los valencianos. Las relaciones entre individuo y cultura se juegan de una manera distinta en esta geografía. Y en Valencia se dio una intensa cultura del espectáculo centrada en torno al transformismo, reflejo, acaso, de tradiciones carnavalescas muy propias del lugar. El periodista Rafa Marí, en el mencionado ensayo (Barba y Solaz, 2021), habla de las relaciones entre el disfraz y las celebraciones falleras. El trabajo de Juan Barba ha revelado multitud de locales y artistas ya desde principios del siglo XX, aunque la documentación resulta realmente prolija en los años de la Transición.

Rosa Mari

A principios de los años 60, tres jornaleros se conocieron en la cárcel Modelo de Barcelona, donde se hallaban recluidos por su “condición de invertidos” entre otros antecedentes. Antes de entrar en prisión, J.M., apodado “Rosa Mari” (Mues, Navarra, 1936-¿?), se reunía en la Ciudad Condal con invertidos. Además, realizaba prácticas homosexuales, si bien la mayoría de las veces con extranjeros, según su declaración ante las autoridades policiales. Es probable que sus compañeros llevaran la misma vida, algo muy común en aquella época para los disidentes de las clases humildes en la capital gay del Estado.

Roberta Marrero

Roberta Marrero (Las Palmas de Gran Canaria, 1972 – Madrid, 2024) se presentaba a sí misma como “artista plástica y escritora. En mi adolescencia (que viví enfundada en un riguroso look gótico) fui diseñadora de camisetas de surf y profesora particular de dibujo técnico. Luego fui actriz, DJ y cantante. He sido esposa, madrastra e hija. Soy tía, cuñada y hermana. También soy una mujer trans” (2018: 7). La trayectoria de Roberta ha tocado muchos palos artísticos: ha colaborado como actriz en la película Descongélate! (2003) de Dunia Ayuso y Félix Sabroso, incursionado en el mundo de la música con los álbumes A la vanguardia del peligro (2005) y Claroscuro (2007), también en la narrativa (Tranquilas. Historias para ir solas por la noche [2019], recopilación de María Folguera y Carmen G. de la Cueva) o en la poesía con Todo era por ser fuego. Poemas de chulos, trans y travestis (2022) y, por supuesto, su producción plástica que ha sido un elemento vertebrador de muchos de sus proyectos, no solo expositivos. Pero será la manera en cómo ha afrontado la construcción de su historia de vida la que abordaremos en esta semblanza.

Luisgé Martín

Tras estudiar Filología Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid y obtener un Máster en Gerencia de Empresas, Luisgé Martín (1962-) fue ayudante de la Ministra de Cultura Ángeles González-Sinde antes de dedicarse a la escritura a tiempo completo. Sigue trabajando en el Gabinete de Prensa del Gobierno español. Recibió los premios Ramón Gómez de la Serna, Vargas Llosa de relatos y, en 2020, se le concedió el prestigioso premio Herralde de Novela por Cien noches, lo que por fin dio a conocer su obra a un público más amplio. Martín es uno de los escritores abiertamente homosexuales de la generación de autores nacidos entre 1960 y 1970. Puede considerarse el principal representante de una tendencia que —después de la Ley orgánica 3/2007— enfoca el proceso de la “normalización” de formas de vida antes tabú. Es decir, el objetivo de su retrato literario y autobiográfico de la homosexualidad ya no es enfatizar el papel especial de grupos “marginalizados”, sino integrarla en la sociedad de la España del siglo XXI. Los homosexuales, en esta visión, no son ni especialmente sensibles ni estéticos y pueden interesarse, como demuestra uno de sus relatos, también por el fútbol.

Ricky Martin

Enrique Martín Morales, conocido artísticamente como Ricky Martin, nació en San Juan de Puerto Rico en el año 1971. Con tan solo doce años, entró a formar parte de Menudo —el primer grupo musical de chicos latinoamericanos en alcanzar fama internacional—, cuya producción, de carácter pop, iba dirigida al público adolescente. En 1991 inició su carrera en solitario. Combinó la creación musical con la interpretación, participando como actor de reparto en diversas telenovelas. El reconocimiento a nivel mundial llegó en 1995 con el álbum A medio vivir, éxito que consolidó en 1999 con su trabajo Ricky Martin, el cual contiene el single “Livin’ la Vida Loca”; se vendieron más de un millón de copias y fue premiado con un disco de oro y otro de platino, además de avivar el interés por el pop latino en Estados Unidos y Europa. Su colaboración en producciones cinematográficas y sus logros musicales, aunados a una innegable belleza física, le convirtieron en icono masculino, admirado y alabado por miles de fans. Esta imagen se potenció también a través de los vídeos promocionales de sus canciones, la mayoría de marcado carácter erótico.